viernes, 18 de abril de 2008

Cosas de la tecnología

Estas palabras fueron las que dije a mi madre el día que vímos un anuncio de la consola Wii. Esta consola ha cambiado mucho la concepción a la hora de jugar delante de la caja tonta. Recuerdo que en el colegio leía en los libros sobre cómo sería el futuro, en el que cada casa tendría su ordenador conectado a internet. Para mí, era algo lejano y extraño, pero el tiempo pasa muy deprisa y ese futuro ya es pasado y es presente.

Los niños ya no nacen con un pan debajo del brazo, sino que ahora las nuevas tecnologías son su vida. Lo que para nosotros es algo que nos toca aprender y adaptarnos, para ellos les viene innato desde su primer minuto de existencia. La actualidad vive con la tecnología. Sin ella se nos cae el mundo. No sabríamos comunicarnos cuando antes lo hacíamos sin ayuda de un ordenador, de un móvil... Me preocupa mucho cómo se comunica la gente hoy en día y la capacidad de imaginación perdida con la otra caja tonta. Las calles ya no están llenas de niños jugando o inventándose juegos, sino que a la vuelta de la esquina te encuentras con alguno escuchando música en su mp3, mp4 o Ipod. ¿Qué es lo que valoramos? ¿La tecnología que uno tiene o deja de tener? ¿El don con esa tecnología? ¿o simplemente el tener más y más para luego dejarla aparcada porque ya está desfasada? Con el tiempo todo cambia, pero mi duda constante es si todo es para mejor o para peor. Por eso, quiero pensar que todo es cosa de la tecnología y, sin ella tal vez no seríamos lo que somos o seremos.

miércoles, 2 de abril de 2008

Cuentos desde la Cripta

He de reconocerlo, mi psique sufrió un duro golpe el fin de semana pasado. Y todo porque tuve la pesadilla más horrorosa que haya sufrido en una apacible tarde de siesta. Desde aquel fatídico sueño sufro espasmos y náuseas recurrentes. Más aún, cuando lo pienso me vienen arcadas y siento cómo los intestinos aceleran su peristaltismo para ofrecerme generosamente una diarrea de caballo.
A raíz de este trauma, opté por engancharme a una terapia en grupo por consejo de mi doctor. La que funciona a todo meter en estos días postvacacionales es la de “damnificados por chikilicuatres de la Semana Santa”. Así que decidí que podía ser una solución tan válida como cualquier otra. La verdad es que no me arrepiento de esta decisión. Ayer tuve la primera sesión, y recibí tal apoyo, cariño y comprensión de los miembros del grupo que sólo puedo decirles a todos ellos: gracias.

- Bien, me presentaré. Soy hermano de la cofradía más señera de esta ciudad y estoy traumatizado - les dije.
- ¡Hola hermano! - respondieron todos. ¿Qué te trae por aquí? - añadió el monitor.
- Perdonad, pero ante tanta audiencia estoy un poco nervioso – acerté a responder.
- No te preocupes, estamos aquí para apoyarte - apostilló un compañero. ¡Haznos partícipe de tu experiencia!
- Gracias, intentaré contarla como pueda. El caso es que yo dormía plácidamente la siesta cuando, de repente, aparecí con otros hermanos cofrades colocando una carroza en un almacén.
- Respira hondo, vamos. Tómate tu tiempo.
- Ufff. Bien, estábamos acabando la faena cuando apareció a nuestra espalda “Chuky, el muñeco diabólico”, y cerrándonos la puerta de un golpetazo graznó con voz de ultratumba: ¡¡Todos los de la Cofradía fuera!!
A pesar de que algunos hermanos cofrades intentaron replicarle, el espectro nos echó del almacén diciendo a voz en grito: ¡¡Si digo que está bien colocada la carroza, está bien colocada!! ¡¡Vamos, fuera!!
- ¡Para cagarse patas abajo! - soltó al fondo una rubia teñida vestida de morado.
- Sí, y a medida que este engendro repetía la frase machaconamente, se transmutó en un “ectoplasma” que no paraba de repetir: ¡¡Yo no doy voces, siempre hablo así!!
- ¡Por Dios, y yo que creía que las juntas de mi cofradía eran horrendas!
- Con los ojos inyectados en sangre, el ectoplasma nos echó a todos al exterior. ¡Parecía que iba tirarse a la yugular de alguno de nosotros cual vulgar vampiro! Y, y, y,...
- Tranquilo, estamos contigo – me consolaron varios hermanos.
- Gracias, gracias – farfullé tímidamente.
- ¡Joér, visto lo que te ha pasado - comentó otro compañero - desde hoy iré provisto de una estaca y un crucifijo por si acaso me encuentro a ese bicho...!
- La verdad es que si algún día doy con el almacén de tu pesadilla – saltó otro – llamo a un exorcista para que haga una limpieza del lugar.

Gracias a la terapia de grupo que tuve ayer, sé que saldré adelante, pero creo que no volveré a ver películas en las que aparezca Chuky...