miércoles, 2 de abril de 2008

Cuentos desde la Cripta

He de reconocerlo, mi psique sufrió un duro golpe el fin de semana pasado. Y todo porque tuve la pesadilla más horrorosa que haya sufrido en una apacible tarde de siesta. Desde aquel fatídico sueño sufro espasmos y náuseas recurrentes. Más aún, cuando lo pienso me vienen arcadas y siento cómo los intestinos aceleran su peristaltismo para ofrecerme generosamente una diarrea de caballo.
A raíz de este trauma, opté por engancharme a una terapia en grupo por consejo de mi doctor. La que funciona a todo meter en estos días postvacacionales es la de “damnificados por chikilicuatres de la Semana Santa”. Así que decidí que podía ser una solución tan válida como cualquier otra. La verdad es que no me arrepiento de esta decisión. Ayer tuve la primera sesión, y recibí tal apoyo, cariño y comprensión de los miembros del grupo que sólo puedo decirles a todos ellos: gracias.

- Bien, me presentaré. Soy hermano de la cofradía más señera de esta ciudad y estoy traumatizado - les dije.
- ¡Hola hermano! - respondieron todos. ¿Qué te trae por aquí? - añadió el monitor.
- Perdonad, pero ante tanta audiencia estoy un poco nervioso – acerté a responder.
- No te preocupes, estamos aquí para apoyarte - apostilló un compañero. ¡Haznos partícipe de tu experiencia!
- Gracias, intentaré contarla como pueda. El caso es que yo dormía plácidamente la siesta cuando, de repente, aparecí con otros hermanos cofrades colocando una carroza en un almacén.
- Respira hondo, vamos. Tómate tu tiempo.
- Ufff. Bien, estábamos acabando la faena cuando apareció a nuestra espalda “Chuky, el muñeco diabólico”, y cerrándonos la puerta de un golpetazo graznó con voz de ultratumba: ¡¡Todos los de la Cofradía fuera!!
A pesar de que algunos hermanos cofrades intentaron replicarle, el espectro nos echó del almacén diciendo a voz en grito: ¡¡Si digo que está bien colocada la carroza, está bien colocada!! ¡¡Vamos, fuera!!
- ¡Para cagarse patas abajo! - soltó al fondo una rubia teñida vestida de morado.
- Sí, y a medida que este engendro repetía la frase machaconamente, se transmutó en un “ectoplasma” que no paraba de repetir: ¡¡Yo no doy voces, siempre hablo así!!
- ¡Por Dios, y yo que creía que las juntas de mi cofradía eran horrendas!
- Con los ojos inyectados en sangre, el ectoplasma nos echó a todos al exterior. ¡Parecía que iba tirarse a la yugular de alguno de nosotros cual vulgar vampiro! Y, y, y,...
- Tranquilo, estamos contigo – me consolaron varios hermanos.
- Gracias, gracias – farfullé tímidamente.
- ¡Joér, visto lo que te ha pasado - comentó otro compañero - desde hoy iré provisto de una estaca y un crucifijo por si acaso me encuentro a ese bicho...!
- La verdad es que si algún día doy con el almacén de tu pesadilla – saltó otro – llamo a un exorcista para que haga una limpieza del lugar.

Gracias a la terapia de grupo que tuve ayer, sé que saldré adelante, pero creo que no volveré a ver películas en las que aparezca Chuky...

4 comentarios:

Lucano dijo...

Vaya cosas te ocurren, Bisiesto. Menos mal que me libré de la pesadilla. Yo no muevo más carrozas si no es en presencia de mi exorcista.

caminante dijo...

Yo también he oído hablar del la leyenda de Cuki... me da miedo solo con nombrarlo...
Dicen que siempre está cerca de los gruesos muros catedralicios o por las alcantarillas y que se parece a cuasimodo...
También dicen que la realidad supera la ficción...
Haz como yo y vacúnate es peligroso. Te compadezco, un episodio así es difícil de olvidar.

Cvlocolorao dijo...

Awesome! It was so scary! Wellcome to the therapy, brother!

Anónimo dijo...

Dios mío, tu experiencia ha tenido que ser brutal. ¿Dónde se imparten esas sesiones de recuperación para "damnificados por chikilicuatres semanasanteros"? Creo que yo también lo necesito, en serio.